sábado, septiembre 02, 2006

La Inocencia

Ayer mi hija tuvo un raro encuentro con un jabón.

El sábado a Diana, la cazadora, entre otras ofrendas le regalaron unos cosméticos naturales (¿existe tal cosa?), entre los que había un gran jabón de chocolate. Uno como adulto entiende que por mucho chocolate que tenga, sigue siendo un jabón. Para un niño sin embargo, el asunto no es tan claro.

Amelia descubrió el gran jabón de chocolate en mi baño, y como es natural hizo lo que cualquier niño haría en su lugar: intentó comérselo, claro que sin preguntarle a nadie (si no no sería niña). Grande fue mi sorpresa (aunque mayor fue la suya) cuando la veo aparecer con la boca manchada de color chocolate y una cara de asco y desilución (sobretodo desilución) por el engaño que había sufrido. Le costó mucho entender por qué alguien convertiría el exquisito chocolate en una barra de jabón (la verdad cuesta entenderlo).



Cuando yo tenía 5 años cursaba 1ro. básico en una escuela de La Granja, entonces era más difícil acceder a la educación preescolar, por eso entré a 1ro. siendo tan chico. Recuerdo muy bien una ocasión cuando uno de mis compañeros me mostró su nueva goma de borrar, que olía a cereza. Yo, como el fanático de los dulces que soy, sin pensarlo dos veces me la comí, esperando un exquisito sabor que correspondiera al rico olor que tenía...pero sabía a goma y fue muy desagradable. Más desagradable fue por cierto para mi compañero, que vio como su goma nueva desaparecía entre mis fauces.

Lo que más me desconcierta de ese recuerdo, es que cuando me vi atrapado (mi compañero me acusó con la profesora por haberme comido su goma de borrar) me escondí debajo de mi mesa...como si no me fueran a ver, como si al hacerlo me hiciese invisible. Por supuesto todo el mundo me veía, sobretodo la profesora.

La inocencia de un niño sorprende por su franqueza. Así como para Amelia es difícil entender que alguien convierta un chocolate en un jabón, a mi a los 5 años me costaba entender que alguien hiciera una goma de borrar con olor a fruta y que la misma no fuera comestible. ¿Para qué la harían si no? ¿Qué propósito tiene?

Uno siendo niño no entiende mucho lo de las pretensiones: aquellas cosas que los adultos inventamos para disfrazar otras (perfumes, cosméticos, y un largo etcétera).

la inocencia desaparece conforme uno gana experiencias que nos enseñan como son las cosas en la realidad, muchas veces de manera cruda y poco amable. Amelia hoy es menos inocente que ayer, así como yo aprendí que no es posible esconderse bajo una mesa de escuela (no volví a hacerlo a menos que tuviera un mantel). Esto para algunos puede sonar triste. Yo al menos, viéndolo desde mis 30 años, pienso que más triste sería no despertar nunca.

Tal vez cuando crezca, Amelia se acordará con humor de esta anéctoda. Lo que sí es seguro es que los cosméticos de chocolate han perdido una buena cliente.