viernes, septiembre 01, 2006

Tito el Desventurado

Mi pobre gato.

Desde que llegó, en marzo de 2005, a Tito le ha pasado de todo: innumerables peleas con machos del barrio, trifulcas interraciales (gatos, perros, etc.), líos de faldas (a pesar de que es estéril, aunque eso le puede jugar a favor), pero lo peor le ocurrió el sábado pasado.

Primero que todo, un poquito de historia:

Tito llegó gracias a mi hermana, amante declarada de los mininos, que cansada de ver como un pobre gatito famélico era maltratado en su barrio, decidió dármelo en adopción buscando un mejor pasar para el pobre cucho. Entonces Tito era chiquito y flaco, y muy temeroso.

Sin embargo, por el enorme cariño y buena comida que recibió en casa desde su llegada, pronto se convirtió en un cucho juguetón y muy guapo, a decir de sus mininas vecinas, que disfrutaba encaramarse en el único escuálido árbol que entonces habitaba mi jardín. La vida le sonreía.


Pero negros nubarrones oscurecerían el cielo felino, y siendo presa de las hormonas de sus hembras vecinas, Tito protagonizaría las más violentas luchas para demostrar su posición de macho-alfa. El problema es que jamás la pudo demostrar.


Lejos de resignarse, Tito siguió intentando porfiadamente, como buen ariano que es. Así pasaron muchos días y sus noches (sobretodo sus noches), en los que por supuesto nosotros como su familia sufrimos el calvario del gatito perdido y encontrado malherido. Los dioses no auguraban nada bueno, sobretodo Diana, la cazadora, quien constantemente me apuntaba por lo caro que este gato nos cuesta luego de cada una de sus salidas amorosas.

Sin embargo, su peor herida no sería de amor (sorry por los románticos), sino de olvido.

De olvido de alguien que olvidó mirar antes de cerrarle la puerta en la cola a mi pobre gato.

El sábado recién pasado celebrábamos la fiesta en honor de Diana, la cazadora, con su amigo Baco, que regaba a todos los presentes. Por lo visto se le pasó la mano con alguno, y de tan regado se cruzó de cables con Tito, que sufrió en cola propia la falta de juicio que le ocasionó el infame alcooooohoooooool. Como resultado, mi pobre Tito debió ser operado y su cola amputada, y ahora sufre la desventura de ser un gato mocho, además de la pesada condena de no ser un macho alfa.



Ahora mi pobre Tito está convalesciente, y deberá seguir con estrictos cuidados por los próximos 15 días. La cuenta del veterinario fue tan alta que la pusimos en un cuadro para enmarcarla, si hasta hemos pensado intentar meterlo a nuestra isapre. Pero la peor parte obviamente se la lleva él: adolorido y acongojado, extrañando su cola compañera y soportando la joda de andar con esa pantalla de lámpara en su cabeza.

¿Qué nuevas pruebas traerá el implacable destino al desventurado Tito? ¿Cómo hará ahora para luchar por su lugar de privilegio en el barrio? ¿De dónde sacará dinero su familia para financiar su claramente costosa cruzada? Nadie lo sabe. Pero sí sé que pase lo que pase nosotros estaremos con él, aunque haya que embalsamarlo para mantenerlo sano (qué suerte que él no lee).